jueves, 13 de noviembre de 2014

Extraño es de nuevo




Es extraño, ir y volver a los lugares donde a veces no quieres regresar, y a otros tantos donde te sientes tan bien, pero todo es tan efímero como bello.
Me sentí volar de nuevo, que con tan poquito mis alas se elevan de nuevo y me llevan a pasear de nuevo el universo de esas cosas que quiero hacer pero que no me traen el pan de cada día. Me sentí tan vivo de ver que los trocitos de mí se reúnen de entre el suelo para no hacerme pensar en lo roto que me veo últimamente. Lo extraño que se siente que te digan que no es suficiente, o que vales la pena pero no lo necesario como para marcar por siempre las vidas siempre. Y de todos siempre. Cálmate y vuelve, respira y muere. Me dice a mí mismo como canciones que aún no he escrito las palabras empiezan a revolotear como mariposas pero nunca me dejan apilarlas, son rebeldes y amo su libertad. Que las leyes de la poesía no me dejan plasmar en mis canciones, porque son estéticamente antiestéticas. A veces pienso que los sistemas apestan como tales, diseñados para fallar y siguen funcionando, siempre subversiva mi alma me dice que esos protocolos no son para mí. Las letras ya no fluyen igual, me siento viejo y oxidado, incluso para hacer el amor. Me agobia el pesar de creer que regrese a la monotonía de rutinas que me mantienen dentro del sistema, que de nuevo me atrapo. Me siento mal, como si el periodo de prueba me exigiera cambios. Mi mente me traiciona, y el sacrificio de no querer sacrificar nada por mantenerlo todo en su lugar es casi imposible, pero inminente.
Qué triste y patético ver a un músico escribiendo todo menos canciones, arrinconado en su fracaso como obrero, y con los ojos tristes de ver lo que hay del otro lado del cristal. Es casi como ver la respuesta de un pobre infeliz que observa a un padre ordinario darle un caramelo a su hijo. Pero así es la cosa, patético me siento. Revuelto y sediento, sin saber si lo correcto es dejar de soñar para cumplir los sueños propios, o dejar de soñar para borrar de mis manos la flama que una vez se extendió por todo el teatro municipal. Se me oxidan las ganas de hacer algo, porque a nadie le parece, y si le parece; a mí no me parece. Y aunque pareciese que desaparece me parece tan triste tener como mejor opción ser una historia más que no se contara y quedara sepultada entre la mierda que pesa en mi pueblo y no nos deja florecer, obligándonos a meter las manos por unos cuantos adinerados genocidas con el poder de mil demonios, pero pinta de maricas. Y aunque estas palabras suenen una y otra como campanas en tu pecho mi sentir volátil se ira y regresara a conveniencia para hacerme aflojar el paso y torturar mis esperanzas. Mutilándoles de a poco hasta que la fuerza se les valla de las piernas y se arrastren como gusanos de carne pútrida buscando la oscuridad de esta herida. El silencio se apodera del espacio convirtiéndolo en vacío, irónicamente lleno de soledad. Ese soñador se está apagando, ojala y nadie lamente el día que le dieron alas, que nadie le llore mil palabras vacías llenas de envidia y rencor paternal, que nadie le ponga sobre el camino más ventanas a donde ver. Que su ignorancia lo convierte en el triste objeto que no sirve para mucho, no lo suficiente.

Qué triste que a nadie nos importa lo útil, solo lo importante.